martes, 14 de octubre de 2008

Veinticinco millones de japoneses leen libros en sus celulares

La novela ha encontrado una forma nueva de vida en la era tecnológica. En Tokio, en la línea Ginza de metro, una mujer pulsa entusiasmada las teclas de su móvil. La pantalla del dispositivo es enorme -sobre todo si se compara con una europea-, y en el vagón reina un silencio total. No está escribiendo un SMS especialmente largo. Está redactando una novela. En Japón, más de 25 millones de personas han devorado el libro electrónico titulado Koizora (literalmente, Cielo de amor) en las pantallas de sus móviles. Koizora es una historia romántica escrita por una joven nipona cuyo nombre real se mantiene en el anonimato y que ha elegido llamarse igual que la protagonista del libro celular: Mika.
En Japón no se trata de un fenómeno nuevo. Los nipones suelen enloquecer con relatos que se descargan y se leen en terminales móviles desde el año 2000, cuando nació Mahou no iRando, una web con una idea que en un principio a muchos pudo parecer peregrina: crear un software para colgar en la Red novelas en construcción a través del teléfono.
Una estrategia nada casual si se tiene en cuenta que en Japón el 75% de los usuarios de móviles emplea su dispositivo para navegar por Internet, según un estudio del Wireless Watch Japan. La web Mahou no iRando, que permite a todos los cibernautas comentar las obras de otros usuarios, atrajo la atención de una sociedad que utiliza el móvil para todo: ´Los japoneses lo usan para atender llamadas, para navegar por la Red, escuchar música, hacer fotos, grabar vídeos, jugar a videojuegos, aprender inglés, como monedero electrónico... Hasta reciben alertas en caso de terremoto´, cuenta Ana M. Goy Yamamoto, doctora en Economía y Gestión Empresarial de Japón de la Universidad Autónoma de Madrid. El hábito de lectura en el suburbano responde también a una prohibición: en Japón no está permitido hablar por el móvil en el metro.
La revolución digital de las keitai shosetsu (literalmente, novelas celulares) es un proceso imparable. El boom mediático de comunidades virtuales como Mahou no iRando se produjo hace dos o tres años, y el pasado enero, la web dejó caer la cifra: más de un millón de escritores en ciernes utilizaban su servicio. Las principales editoriales niponas -Tohan, Kodansha y Shogakukan...- han animado a los escritores cibernéticos a adaptar sus éxitos al papel. El resultado ha sido que decenas de best sellers como Clearness, Deep love o If you ocupan las estanterías de las librerías tradicionales. Y aquí está la paradoja: la literatura celular ha reanimado a la agonizante industria del papel.
Entre los 10 libros más vendidos en Japón en 2007, cinco de ellos -incluidos los tres primeros de la lista- se basan en novelas celulares. Koizora, con dos millones de copias vendidas desde su publicación en papel en 2006, figura en esta lista. La industria del entretenimiento aprovecha también el filón: Koizora ha saltado al papel, al cine y a la televisión en forma de serie.
La mayoría de las obras celulares son melodramas de amor, con un estilo trufado de frases cortas, salpicado de emoticonos -los símbolos que expresan estados de ánimo- y con tramas y personajes que la crítica tacha de ´pobres y planos´.
Dejando al margen el debate literario, las cifras hablan por sí solas: las editoriales online y las tradicionales no se hunden. Levantan el vuelo. Según datos de la Digital Content Association of Japan, la venta de libros celulares generó 6.900 millones de yenes (44,5 millones de euros) en 2006, y 9.400 millones de yenes (60,7 millones euros) en 2007. Y según publicaba a principios de septiembre el diario francés Le Monde, desde abril de 2007 hasta marzo de 2008, la descarga de este tipo de obras ha supuesto 28.500 millones de yenes (184,2 millones de euros). Buenas cifras para un sector que hoy en Occidente y no hace mucho en Japón estaba de capa caída.

No hay comentarios: